30 de agosto de 2005

La Flor más grande del mundo

“Las historias para niños deben escribirse con palabras muy sencillas, porque los niños, al ser pequeños, saben pocas palabras y no las quieren muy complicadas. Me gustaría saber escribir esas historias, pero nunca he sido capaz de aprender, y eso me da mucha pena. Porque, además de saber elegir las palabras, es necesario tener la habilidad para contar de una manera muy clara y muy explicada, y una paciencia muy grande. A mí me falta por lo menos la paciencia, por lo que pido perdón”.

Así comienza este hermoso cuento infantil que escribió el portugués José Saramago hace 30 años atrás. El libro fue editado al español por editorial Alfaguara en el 2001 y posee unas creativas ilustraciones hechas de pintura y material reciclado como papel, cartón y hojas secas. Su autor, João Caetano además utiliza planos cinematográficos para mostrar lo general o el detalle del dibujo que acompaña el relato.

La historia nos cuenta sobre la aventura de un niño que decide viajar por su imaginación hacia un planeta repleto de ríos, bosques y “misteriosos setos vivos cubiertos de campanillas blancas”. Caminando por aquel lugar donde no había estado anteriormente, se encuentra con una flor marchita. No duda en recorrer la montaña, atravesar el mundo y llegar hasta el río Nilo para recoger agua y llevarle a la flor.
Este cuento nos regala grandes enseñanzas sobre lo simple y lo humano y tiene su origen en la siguiente pregunta que se hizo el autor:

¿Y si las historias para niños fueran
de lectura obligatoria para los adultos?
¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que,
desde hace tiempo, venimos enseñando?.

Jalea de Lavanda












Ingredientes:
2 cucharaditas de jalea en polvo sin sabor
2 tazas pequeñas de champaña
6 cucharadas de azúcar
4 cucharadas de flores de lavanda
1 taza de frambuesas

Preparación:
1. En una olla verter la jalea, champaña, azúcar y lavanda. Cocinar a fuego bajo hasta disolver la jalea. Colar el líquido a un bol y reservar las hojas de lavanda.
2. Vaciar en moldes pequeños la mezcla de jalea hasta 1/4 del pocillo y distribuir las hojas de lavanda reservadas. Refrigerar hasta que la gelatina esté firme (5-10 minutos).
3. Retirar del refrigerador y verter el resto de la jalea y las frambuesas.
4. Refrigerar nuevamente hasta cuajar. Desmoldar y servir.

27 de agosto de 2005

Cuentos en micro


Recorrido 154
Andar en micro es mi pasatiempo favorito desde que tengo que desplazarme desde mi casa, en La Florida, hasta mi trabajo, en Conchalí. El recorrido 154 demora alrededor de una hora y media, por lo que aprovecho el viaje para organizar el día, hacer unos llamados telefónicos, escribir apuntes en mi libreta y distraerme mirando a mi alrededor.
El otro día me di cuenta de algunas prácticas que se desarrollan en la micro que pronto van a comenzar a desaparecer cuando se implemente el archiconocido y nunca bien ponderado "Plan Transantiago". La experiencia me indica que es urgente organizar el transporte público, sin embargo, no dejo de lamentarme cuando pienso que la cadena solidaria para pagar el boleto va a morir en el recuerdo de todos nosotros.
Ayer, por ejemplo, una señora y una chica subieron por la puerta trasera del recorrido 154 en algún lugar de la Avenida Departamental. No se veía ningún paradero cerca pero a los choferes les acomoda deternerse varias veces antes de llegar al lugar señalado para aquello. La señora cargaba alguna mecardería que le costó trabajo acomodar pero que con la ayuda de la chica pudo hacer más fácilmente. Cada una envió un billete de mil pesos por intermedio de la cadena para pagar su pasaje. Uno de los vueltos no llegó.
La mujer mayor esperaba un tiempo razonable mientras le conversaba a los demás que el chofer le debía mil pesos porque se había pagado de los dos pasajes juntos.
Al fin levantó la voz y le pidió al conductor el dinero que faltaba. El hombre en un principio dificultó las cosas pero al darse cuenta que la señora insistía y que crecía el apoyo popular en torno a ella, aceptó que la mujer menor fuera a explicarle bien la situación. La mujer bajó para luego subir por la puerta delantera del recorrido 154.
El malentendido se arregló y el chofer continuó su habitual ruta por las calles de Gran Avenida, San Diego y Bandera.

16 de agosto de 2005

Billy Cobham, baterista


Por un amigo me enteré de la existencia de Billy Cobham, un reconocido baterista a nivel mundial que se presentó en un concierto de jazz fusión junto a un grupo de músicos chilenos el pasado 05 de agosto en el Teatro Oriente.
Billy Cobham, nacido en Panamá y criado en Estados Unidos, desde muy pequeño se interesó por la música y la percusión, antecedente que me fascinó cuando lo leí.
La ocasión era doblemente especial para mí. Primero, porque mi hijo Vicente es aficionado por la batería y segundo porque faltaban pocos días para que mi niño cumpliera sus 5 años. Sería un buen regalo, pensé.
Corrí bastante para encontrarme con Vicente y llegar al teatro a buena hora. Una vez adentro, nos sentamos y empezamos a disfrutar la magia e intesidad de la música que había sobre el escenario. La composición la escribían las guitarras, los bronces, piano, percusiones tribales, quena, pandero y batería.
Cada uno de los músicos, entre ellos Angel Parra, hizo lo suyo en el escenario. Alternadamente iban interpretando los acostumbrados "solos" hasta que llegó el momento en que dejaron solo al invitado en el escenario. Lo acompañaba su batería blanca y nosotros. Fue un momento mágico. Las luces lo iluminaban azul, verde y fuccia. Tocaba la batería con los dedos y creaba melodías suaves y fuertes. Dejaba caer las baquetas en las cajas, primero lento luego más rápido. Hacía resonar los platillos por dentro y por fuera. Estuvo largo rato creando música con su batería. Vicente desde el segundo piso observaba atento y a ratos imitaba los movimientos de Billy Cobham. Luego se quedó dormido al son de la música, no daba más de cansado.

Hermosura de la dialéctica













HERMOSURA DE LA DIALECTICA
a Cosme, mi profesor de filosofía
"Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de pájaros,
tejedora del viento navegante.
No se ha educado aun mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbra el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.
Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.
Sí.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
encenderán
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.
Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderan luciérnagas".
Del libro "Truenos y Arcoiris", 1982.
Gioconda Belli, poetisa nicaragüense.

15 de agosto de 2005

"Vamos Chile que se puede"

"Vamos Chile que se puede" es la típica frase que utilizan algunos comentaristas deportivos para apoyar a deportistas como Fernando González o la Selección chilena de fúlbol en ese difícil momento que sucede a la hora de llevarse el título de algún campeonato importante. Me voy a referir al sentimiento que nos provoca el interlocutor con esta frase que, aunque no logre los efectos esperados con su llamado espiritual, algo sucede con la sintonía de los chilenos. En ese momento todos queremos ganar el punto de partido o meter el gol de la victoria, creemos que es posible lograrlo.
Esto resulta interesante para mí porque es la sintonía que estoy observando en los mundos que me rodean. Uno de esos mundos es Conchalí, lugar donde trabajo desde hace dos semanas a cargo del área de cultura.
En poco tiempo descubrí que Conchalí es una comuna que tiene gran potencial creativo y observo un fuerte movimiento cultural. Veo ganas de trabajar, existen deseos de innovar y emprender en los distintos ámbitos de la creación artística, así como en las actividades relacionadas con lo social, económico y deportivo.
Uno de los artistas locales que conocí es Carlos Soto Pino, profesor que desarrolla el taller de artesanía en uno de los tres centros de extensión cultural que existen en escuelas de la comuna.
En un principio, mientras conversaba con él, no sabía que era el mismo que había realizado un cuadro del Quijote de la Mancha, mismo que ví en alguna oficina de la Municipalidad. Nos contó a Leonor y a mí, que un día, sin saber muy bien cómo ni por qué, se le ocurrió pintar un cuadro y sobre el dibujo poner retazos de cartón y ramas para traer en sobrerelieve algunas figuras. En el cuadro del Quijote que les comenté, es el molino y un puente los que sobresalen a más de 10 cms. del dibujo original. A don Carlos no le gusta llamarle "reciclaje" a su trabajo porque lo considera un término muy práctico. Estuvimos de acuerdo más adelante que lo suyo es el "reciclaje artístico". Esta nueva conceptualización hizo que don Carlos se creyera el cuento, reconociera sus capacidades artísticas y advirtiera que sus cuadros despiertan interés porque son originales.
Este artista de Conchalí quiere trabajar para ganar su partido y quiere ocupar el lugar que le corresponde en su comunidad y en el ambiente artístico nacional.
Mi compromiso con él y con los creadores de Conchalí, es apoyar y facilitar estos procesos creativos, poniendo a disposíción mis competencias y redes solidarias para trabajar en conjuntamente en la construcción de un país con mejores oportunidades para todos. "Vamos Chile que se puede". Estoy convencida que se puede, depende de NOSotros.

14 de agosto de 2005

Crème Brûlée de Lavanda










Ingredientes:
- 4 tazas de crema líquida
- 4 cucharadas de flores de lavanda
- 8 yemas de huevo
- 1 taza de azúcar
- pizca de sal

Preparación:


1. Precalentar el horno a temperatura media-baja. En una olla colocar la crema y la lavanda. Llevar a ebullición a fuego medio, reducir el calor y cocinar a fuego bajo durante 5 minutos. Retirar del fuego y dejar reposar 15 minutos.
2. En un bol colocar las yemas, sal y azúcar. Batir hasta que la mezcla esté ligeramente espesa y espumosa.
3. Calentar nuevamente la crema a fuego medio hasta que esté casi hirvieno y retirar del fuego. Verter poco a poco la crema al bol que tiene la mezcla de las yemas hasta que esté homogénea. Una vez lista la preparación, pasar por colador.
4. Disponer la mezcla en recipientes pequeños y poner dentro de una budinera grande con agua hirviendo hasta cubrir la mitad de los recipientes.
5. Hornear a bañomaría 50 minutos o hasta que la mezcla esté casi cuajada (que se vea líquido en el centro).
6. Retirar los recipientes del horno y dejar enfriar a temperatura ambiente.
7. Al momento de servir, espolvorear la superifice de los recipientes con azúcar rubia o blanca. Poner los recipientes al horno y llevar al grill (calor hacia arriba) 1 minuto hasta dorar. Otra alternativa es caramelizar el azúcar con un soplete pequeño de gas propano. Dejar enfriar y servir.
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