27 de agosto de 2005

Cuentos en micro


Recorrido 154
Andar en micro es mi pasatiempo favorito desde que tengo que desplazarme desde mi casa, en La Florida, hasta mi trabajo, en Conchalí. El recorrido 154 demora alrededor de una hora y media, por lo que aprovecho el viaje para organizar el día, hacer unos llamados telefónicos, escribir apuntes en mi libreta y distraerme mirando a mi alrededor.
El otro día me di cuenta de algunas prácticas que se desarrollan en la micro que pronto van a comenzar a desaparecer cuando se implemente el archiconocido y nunca bien ponderado "Plan Transantiago". La experiencia me indica que es urgente organizar el transporte público, sin embargo, no dejo de lamentarme cuando pienso que la cadena solidaria para pagar el boleto va a morir en el recuerdo de todos nosotros.
Ayer, por ejemplo, una señora y una chica subieron por la puerta trasera del recorrido 154 en algún lugar de la Avenida Departamental. No se veía ningún paradero cerca pero a los choferes les acomoda deternerse varias veces antes de llegar al lugar señalado para aquello. La señora cargaba alguna mecardería que le costó trabajo acomodar pero que con la ayuda de la chica pudo hacer más fácilmente. Cada una envió un billete de mil pesos por intermedio de la cadena para pagar su pasaje. Uno de los vueltos no llegó.
La mujer mayor esperaba un tiempo razonable mientras le conversaba a los demás que el chofer le debía mil pesos porque se había pagado de los dos pasajes juntos.
Al fin levantó la voz y le pidió al conductor el dinero que faltaba. El hombre en un principio dificultó las cosas pero al darse cuenta que la señora insistía y que crecía el apoyo popular en torno a ella, aceptó que la mujer menor fuera a explicarle bien la situación. La mujer bajó para luego subir por la puerta delantera del recorrido 154.
El malentendido se arregló y el chofer continuó su habitual ruta por las calles de Gran Avenida, San Diego y Bandera.
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